Decir es crear
Por Mtra. Marta Campillo R.
Cuando hablamos interpretamos, esto es, describimos tanto las cosas que pensamos como aquellas en que creemos, no estamos haciendo un retrato de la realidad más bien estamos dando nuestra visión de como la vemos. Así, el refrán dice “cada cabeza es un mundo” y tendríamos que agregar y es a través del lenguaje con el que se construye ese mundo y desde nuestra historia de experiencias vividas.
Casi nunca pensamos en el poder que las palabras tienen, hablamos, conversamos y decimos todo lo que queremos decir, pero rara vez meditamos el impacto que lo dicho tiene en la relación a las personas o el embate que una manera de pensar, al reflejar una modo de ver crea un ambiente, una manera de valorar alguna situación que inevitablemente solo representa eso, el modo de pensar de una persona no a la realidad ni a la verdad. Seguido nos pasa que tenemos opiniones diferentes acerca de gustos o de costumbres y si se los expresamos a la otra persona, hasta podemos discutir los desacuerdos. La diferencia se manifiesta cuando una persona tiene poder sobre la otra, ahí lo que se dice tiene otra impresión. Por ejemplo un papá puede decirle a un hijo “quiero que estudies x carrera” y al decirlo no únicamente está utilizando su influencia para explicarle y convencerlo sino a la vez esperar obediencia, si es así está utilizando el poder que tienen sobre el hijo para obligarlo, ya no es solamente hablar, es ordenar y esperar cumplimiento. Aquí las palabras están enmarcadas en un contexto de poder sobre la otra persona.
Así el impacto del contenido de lo que hablamos tiene que verse a la luz de la importancia que esa persona con la que nos estamos relacionando tiene para nosotros, por ejemplo no es lo mismo que alguien desconocido nos haga una crítica, que alguien a quien respetamos o a quien queremos nos lo dice. Entendemos lo que hablamos dependiendo de la persona de que venga y además va a depender también de la manera como la diga. Por ejemplo no es lo mismo que alguien querido nos diga “Gordita” con tono dulce, que otra persona nos diga “Engordaste” con un tono de crítica.
Cuando hablamos al mismo tiempo interactuamos y la relación es fundamental para valorar la influencia y el impacto que lo dicho va a tener sobre nosotros. Un amigo te convence de ir al cine cuando no quieres o de acceder a utilizar un tiempo para realizar alguna actividad cuando debieras estudiar o trabajar. Lo problemático es cuando alguien expresa ideas como verdades, que nos atañen a todos desde una posición de poder. Los ejemplos históricos de las grandes tragedias de la humanidad se han dicho en discursos, en los que se plantea una manera de ver en el que la desigualdad, la opresión o el genocidio se justifican, por ejemplo.
En la sociedad existen una serie de discursos contarios que circulan a la vez, que luchan por ser considerados la verdad o lo que se debe aceptar, por ejemplo en a política, en la ecología, en la salud, en fin en todos los temas que atañen al hombre siempre hay opiniones contrarias. La cuestión es que mientras lo que se expresa sea algo individual, que no tenga consecuencias para el proyecto que se siga en la nación, pues es algo relativo, pero cuando se tiene el poder de decisión sobre las otras personas y lo que se decide puede determinar su vida, entonces la palabra se convierte en la herramienta o la justificación de la acciones de poder que pueden perjudicar a muchos seres humanos.
El caso de la carencia de atención a la epidemia del SIDA es un ejemplo del peso de una visión en la que se cree que este virus no existe y por lo tanto no hay que curarlo, lo cual a traído consecuencias trágicas para la población africana.
Las palabras, dependiendo de quien las dice, pueden tener efectos devastadores o pueden constituirse en un sistema de análisis de las creencias. Si alguien que tiene una relación vital, rotula y le dice a un niño, “eres tonto”, lo más probable es que esto tenga un impacto fuerte en lo que el niño considera de sí mismo, pues este rótulo generaliza y no permite ver todos aquellos aspectos que constituyen las posibilidades del niño, crea una visión de túnel que solo enfoca la deficiencia.
Las palabras pesan o pueden convertirse en dagas, cuando en vez de generar soluciones nos hunden o hacen que la relación se defina por el desprecio o el rechazo. Pero también las palabras han sido generadoras de amistad o de bienestar para muchas personas cuando se recibe consuelo o amor o aprecio. Las palabras también se han transformado en creencias que han sido la inspiración del mundo y de las almas de muchas personas creyentes.
Pensar en lo que decimos, en la manera en como lo decimos, en la intención que tenemos al decirlo, nos hacen abrir un camino a reflexionar no únicamente en la manera en que le hablamos a las personas cercanas sino también a las personas con las que trabajamos. Más aún tendremos que hacer un alto también para pensar en las consecuencias que tienen los discursos y las propuestas sociales que avalamos para desenmascarar aquellas ideas que parezcan inofensivas y que escondan valores con los cuales no coincidimos o no creemos.
En a Psicoterapia como en ninguna otra ciencia este tema tiene gran relevancia, el peso de la manera en la que se pregunta acerca de los problemas puede hacerlos ver como problemas resolubles o como deficiencias incambiables. Así el lenguaje terapéutico debe crear un contexto en donde el cambio es posible y en el cual la persona pueda descubrir en la riqueza de su propia historia, los valores y los propósitos para superar los problemas.
Para enviar comentarios: martacam2000@yahoo.com.mx
MUY INTERESANTE :)
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