Crecer y Cicatrizar Heridas
Mtra. Marta Campillo R.
A lo largo de la vida vamos enfrentando muchas cosas que nos hacen sufrir y que son parte de crecer y de saber enfrentar los problemas, poco a poco vamos conociendo como logramos digerir y elaborar las emociones que se producen cuando algo nos hirió. Generalmente el dolor emocional se traduce en odio, en rencor y en enojo permanente hacia la persona o circunstancia que nos hirió. Lo malo de conservar esas emociones negativas es que se vuelven una emoción que obstruye toda visibilidad del mundo, de los cambios y nos consume pues domina la opinión que se tiene de esa persona o circunstancia adversa del pasado.
Al reflexionar sobre la manera como el odio puede cegarnos y no permitir que aprendamos a dejar ir, a separarnos de las ofensas aunque estas parezcan imperdonables, sobretodo cuando ésta se ha tratado de muerte de un familiar o de algo irreparable como una herida física, y aún ahí o de manera más importante en esos casos, tenemos que tener la claridad y fortaleza para decidir no quedarnos atrapados en el odio, pues en vez de haber una víctima puede ser que una circunstancia adversa haga que sean muchas víctimas, pero hay que decidir con un uso creativo del coraje y a no quedarse fijado en el odio sino ir de estar en una posición de víctima a una posición de auto rescate en donde la persona decide no dedicarle ni un minuto más a ese problema sino a su recuperación.
Lo que tenemos a favor como seres humanos es que toda nuestra fisiología tiende a la cicatrización, en nuestro cuerpo nada se queda como una herida, así podemos recordar las múltiples veces que nos hemos cortado o que hemos tenido fracturas de huesos o algunas otras heridas graves y aunque de inicio pareciera que no vamos a sanar podemos ver como en la herida inmediatamente se forma una costra que cierra la piel y luego de ahí se va desinflamando pasando de estar rojo e hinchado a irse poniendo menos rojo y nos va dejando de doler, en nuestro cuerpo muchas reacciones inmunológicas se han puesto en marcha sin que nosotros mismos lo pensáramos, automáticamente comenzamos el proceso de sanar.
En lo emocional también tenemos procesos y toda nuestra historia de vida, a la cual podemos recurrir para encontrar todas aquellas experiencias en las cuales hemos perdonado o dejado ir lo malo, tal vez desde lo que vivimos cuando éramos pequeños algún desacuerdo con un compañero en la escuela, algún menosprecio que alguien nos hizo, alguna dificultad para entendernos con los amigos o cuando alguien nos dejó de hablar o se separó de la mistad con nosotros y aún cosas más graves o serias que hayan pasado entre nuestros padres y que tuvimos que aprender a ser valientes y aceptar como lo es el divorcio o la muerte de uno de ellos, los accidentes o pérdida materiales. Así la vida nos ha enseñado a resistir la adversidad aunque cuando viene un nuevo problema pareciera de inicio que no sabemos como responder, posteriormente podemos descubrir como ya hemos resistido en otras ocasiones, que nos hemos dicho, en que nos apoyamos, quienes influyeron para que respondiéramos así de manera valiente, que nos impulsó de nuestros propios valores o compromisos de vida.
Pensar en todas aquellas personas o los valores que nos hicieron comprometernos con vivir mejor, con superar a la adversidad, con aprender a perdonar, con aprender a centrar nuestra energía en el auto rescate, lo que nos dio esperanza, no permite reconocer en nuestra historia una riqueza incalculable que todos tenemos, tal vez no hayamos tenido anteriormente que ir a nuestro saber histórico a buscar esa sabiduría de vivir, pero ahí está. Está contenida en la ternura de las personas que nos han demostrado cariño o nos querido, está en as relaciones de amistad que han perdurado a lo largo de la vida, está en el empeño que hemos tenido de aprender las habilidades que nos permiten desenvolvernos como personas; está en la capacidad para reír ante lo adverso y poder aceptar nuestros errores con misericordia y paciencia; está en la tolerancia con la que aceptamos las diferencias de los demás; está en el gozo con que descubrimos algo nuevo o recordamos algo bello del pasado; está en nuestra capacidad para experimentar el placer y de disfrutar con las cosas más sencillas.
Poder acceder a esa historia que contiene todo ese cúmulo de riquezas experimentadas y vividas nos ayuda cuando estamos enfrentando a la tristeza o al odio a renunciar a su garra, a no dejarnos hundir en una existencia gris y poder trascender a recuperar la paz y la entereza de poder seguir adelante.
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