jueves, 19 de enero de 2012

Perdonar no es olvidar
         Los agravios en las relaciones humanas son algo inherente a las mismas, claro está que algunas problemas tienen un contenido más grave y producen mucho más dolor emocional que otros y entre más fundamental sea la relación con la persona seguramente  más es el impacto que el problema tiene en la vida y las relaciones de la persona. La creencia popular es que para lograr perdonar hay que olvidar las ofensas. El problema es que no se puede borrar la memoria, el recuerdo de lo ocurrido va a estar ahí re-traumatizando a la persona una y otra vez.
            La tristeza generalmente acompaña a las pérdidas y los problemas que sufrimos. Pero nosotros como seres humanos podemos lograr separar el dolor del recuerdo y así poder hacer que las heridas nos vayan cicatrizando lentamente. El recuerdo va a permanecer ahí pero lo que va a cambiar es el dolor que se asocia a ese recuerdo, dejándolo ir. El proceso interno en el que se tiene que involucrar la persona es un proceso de auto-protección, para consecuentemente poder ir trabajando al dolor. Desde que somos pequeños vamos aprendiendo a manejar diferentes tipos de dolores, unos por enfermedad, otros por pérdidas de cosas, así en nuestra historia hay múltiples experiencias de resistir el dolor. Pareciera que cuando algo malo nos ha pasado tenemos que recurrir a esa alcancía de recuerdos de fortaleza que cada uno de nosotros tiene aunque no la haya utilizado antes o no parezca tenerla pero está en lo que somos, nadie puede crecer sin aprender a superar experiencias dolorosas.
 Muchas veces las heridas profundas nos causan un profundo enojo y éste es una emoción sorda, es decir que por más que uno trate de hablarlo o de reducirlo, más se presenta y parece ser resistente a todo intento de eliminarlo. El enojo surge del miedo a ser lastimado, así que la tarea es darnos a nosotros mismos  la seguridad interna de que no vamos a permitir que nadie nos dañe. Únicamente desde una postura de autoprotección se puede superar el enojo para permitir que el proceso de sanar continúe.

El dejar ir es un proceso en el que viajar en nuestra propia historia, hay que descubrir experiencias previas en las cuales uno haya tenido la experiencia de ir más allá de los problemas, y ese conocimiento es muy particular a cada uno de nosotros. No hay recetas generales, los secretos de cómo superar los problemas están en esos pequeños detalles de la vida, ¿Cómo le hicimos la primera vez que un amigo no quiso tener ya una relación con nosotros? ¿Cómo logramos dejar de pensar en lo mismo y lo mismo? ¿Cómo logramos perdonarnos cuando nos equivocamos?


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Crecer y Cicatrizar Heridas
Mtra. Marta Campillo R.

      A lo largo de la vida vamos enfrentando muchas cosas que nos hacen sufrir y que son parte de crecer y de saber enfrentar los problemas, poco a poco vamos conociendo como logramos digerir y elaborar las emociones que se producen cuando algo nos hirió. Generalmente el dolor emocional se traduce en odio, en rencor y en enojo permanente hacia la persona o circunstancia que nos hirió. Lo malo de conservar esas emociones negativas es que se vuelven una emoción que obstruye toda visibilidad del mundo, de los cambios y nos consume pues domina la opinión que se tiene de esa persona o circunstancia adversa del pasado.
      Al reflexionar sobre la manera como el odio puede cegarnos y no permitir que aprendamos a dejar ir, a separarnos de las ofensas aunque estas parezcan imperdonables, sobretodo cuando ésta se ha tratado de muerte de un familiar o de algo irreparable como una herida física, y aún ahí o de manera más importante en esos casos, tenemos que tener la claridad y fortaleza para decidir no quedarnos atrapados en el odio, pues en vez de haber una víctima puede ser que una circunstancia adversa haga que sean muchas víctimas, pero hay que decidir con un uso creativo del coraje y a no quedarse fijado en el odio sino ir de estar en una posición de víctima a una posición de auto rescate en donde la persona decide no dedicarle ni un minuto más a ese problema sino a su recuperación.
      Lo que tenemos a favor como seres humanos es que toda nuestra fisiología tiende a la cicatrización, en nuestro cuerpo nada se queda como una herida, así podemos recordar las múltiples veces que nos hemos cortado o que hemos tenido fracturas de huesos o algunas otras heridas graves y aunque de inicio pareciera que no vamos a sanar podemos ver como en la herida inmediatamente se forma una costra que cierra la piel y luego de ahí se va desinflamando pasando de estar rojo e hinchado a irse poniendo menos rojo y nos va dejando de doler, en nuestro cuerpo muchas reacciones inmunológicas se han puesto en marcha sin que nosotros mismos lo pensáramos, automáticamente comenzamos el proceso de sanar.
       En lo emocional también tenemos procesos y toda nuestra historia de vida, a la cual podemos recurrir para encontrar todas aquellas experiencias en las cuales hemos perdonado o dejado ir lo malo, tal vez desde lo que vivimos cuando éramos pequeños algún desacuerdo con un compañero en la escuela, algún menosprecio que alguien nos hizo, alguna dificultad para entendernos con los amigos o cuando alguien nos dejó de hablar o se separó de la mistad con nosotros y aún cosas más graves o serias que hayan pasado entre nuestros padres y que tuvimos que aprender a ser valientes y aceptar como lo es el divorcio o la muerte de uno de ellos, los accidentes o pérdida materiales. Así la vida nos ha enseñado a resistir la adversidad aunque cuando viene un nuevo problema pareciera de inicio que no sabemos como responder, posteriormente podemos descubrir como ya hemos resistido en otras ocasiones, que nos hemos dicho, en que nos apoyamos, quienes influyeron para que respondiéramos así de manera valiente, que nos impulsó de nuestros propios valores o compromisos de vida.
      Pensar en todas aquellas personas o los valores que nos hicieron comprometernos con vivir mejor, con superar a la adversidad, con aprender a perdonar, con aprender a centrar nuestra energía en el auto rescate, lo que nos dio esperanza, no permite reconocer en nuestra historia una riqueza incalculable que todos tenemos, tal vez no hayamos tenido anteriormente que ir a nuestro saber histórico a buscar esa sabiduría de vivir, pero ahí está. Está contenida en la ternura de las personas que nos han demostrado cariño o nos querido, está en as relaciones de amistad que han perdurado a lo largo de la vida, está en el empeño que hemos tenido de aprender las habilidades que nos permiten desenvolvernos como personas; está en la capacidad para reír ante lo adverso y poder aceptar nuestros errores con misericordia y paciencia; está en la tolerancia con la que aceptamos las diferencias de los demás; está en el gozo con que descubrimos algo nuevo o recordamos algo bello del pasado; está en nuestra capacidad para experimentar el placer y de disfrutar con las cosas más sencillas.
      Poder acceder a esa historia que contiene todo ese cúmulo de riquezas experimentadas y vividas nos ayuda cuando estamos enfrentando a la tristeza o al odio a renunciar a su garra, a no dejarnos hundir en una existencia gris y poder trascender a recuperar la paz y la entereza de poder seguir adelante.     

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jueves, 12 de enero de 2012

DECIR ES CREAR

Decir es crear
Por Mtra. Marta Campillo R.

   Cuando hablamos interpretamos, esto es, describimos tanto las cosas que pensamos como aquellas en que creemos, no estamos haciendo un retrato de la realidad más bien estamos dando nuestra visión de como la vemos. Así, el refrán dice “cada  cabeza es un mundo” y tendríamos que agregar y es a través del lenguaje con el que se construye ese mundo y desde nuestra historia de experiencias vividas.
     Casi nunca pensamos en el poder que las palabras tienen, hablamos, conversamos y decimos todo lo que queremos decir, pero rara vez meditamos el impacto que lo dicho tiene en la relación a las personas o el embate que una manera de pensar, al reflejar una modo de ver crea un ambiente, una manera de valorar alguna situación que inevitablemente solo representa eso, el modo de pensar de una persona no a la realidad ni a la verdad. Seguido nos pasa que tenemos opiniones diferentes acerca de gustos o de costumbres y si se los expresamos a la otra persona, hasta podemos discutir los desacuerdos. La diferencia se manifiesta cuando una persona tiene poder sobre la otra, ahí lo que se dice tiene otra impresión. Por ejemplo un papá puede decirle a un hijo “quiero que estudies x carrera” y al decirlo no únicamente está utilizando su influencia para explicarle y convencerlo sino a la vez esperar obediencia, si es así está utilizando el poder que tienen sobre el hijo para obligarlo, ya no es solamente hablar, es ordenar y esperar cumplimiento. Aquí las palabras están enmarcadas en un contexto de poder sobre la otra persona.
      Así  el impacto del contenido de lo que hablamos tiene que verse a la luz de la importancia que esa persona con la que nos estamos relacionando tiene para nosotros, por ejemplo no es lo mismo que alguien desconocido nos haga una crítica, que alguien a quien respetamos o a quien queremos nos lo dice. Entendemos lo que hablamos dependiendo de la persona de que venga y además va a depender también de la manera como la diga. Por ejemplo no es lo mismo que alguien querido nos diga “Gordita” con tono dulce, que otra persona nos diga “Engordaste” con un tono de crítica.
      Cuando hablamos al mismo tiempo interactuamos y la relación es fundamental para valorar la influencia y el impacto que lo dicho va a tener sobre nosotros. Un amigo te convence de ir al cine cuando no quieres o de acceder a utilizar un tiempo para realizar alguna actividad cuando debieras estudiar o trabajar. Lo problemático es cuando alguien expresa ideas como verdades, que nos atañen a todos desde una posición de poder. Los ejemplos históricos de las grandes tragedias de la humanidad se han dicho en discursos, en los que se plantea una manera de ver en el que la desigualdad, la opresión o el genocidio se justifican, por ejemplo.
      En la sociedad existen una serie de discursos contarios que circulan a la vez, que luchan por ser considerados la verdad o lo que se debe aceptar, por ejemplo en a política, en la ecología, en la salud, en fin en todos los temas que atañen al hombre siempre hay opiniones contrarias. La cuestión es que mientras lo que se expresa sea algo individual, que no tenga consecuencias para el proyecto que se siga en la nación, pues es algo relativo, pero cuando se tiene el poder de decisión  sobre las otras personas y lo que se decide puede determinar su vida, entonces la palabra se convierte en la herramienta o la justificación de la acciones de poder que pueden perjudicar a muchos seres humanos.
     El caso de la carencia de atención a la epidemia del SIDA es un ejemplo del peso de una visión en la que se cree que este virus no existe y por lo tanto no hay que curarlo, lo cual a traído consecuencias trágicas para la población africana.
      Las palabras, dependiendo de quien las dice, pueden tener efectos devastadores o pueden constituirse en un sistema de análisis de las creencias. Si alguien que tiene una relación vital, rotula y le dice a un niño, “eres tonto”,   lo más probable es que esto tenga un impacto fuerte en lo que el niño considera de sí mismo, pues este rótulo generaliza y no permite ver todos aquellos aspectos que constituyen las posibilidades del niño, crea una visión de túnel que solo enfoca la deficiencia.
      Las palabras pesan o pueden convertirse en dagas, cuando en vez de generar soluciones nos hunden o hacen que la relación se defina por el desprecio o el rechazo. Pero también las palabras han sido generadoras de amistad o de bienestar para muchas personas cuando se recibe consuelo o amor o aprecio. Las palabras también se han transformado en creencias que han sido la inspiración del mundo y de las almas de muchas personas creyentes.
       Pensar en lo que decimos, en la manera en como lo decimos, en la intención que tenemos al decirlo, nos hacen abrir un camino a reflexionar no únicamente en la manera en que le hablamos a las personas cercanas sino también a las personas con las que trabajamos. Más aún tendremos que hacer un alto también para pensar en las consecuencias que tienen los discursos y las propuestas sociales que avalamos para desenmascarar aquellas ideas que parezcan inofensivas y que escondan valores con los cuales no coincidimos o no creemos.
       En a Psicoterapia como en ninguna otra ciencia este tema tiene gran relevancia, el peso de la manera en la que se pregunta acerca de los problemas  puede hacerlos ver como problemas resolubles o como deficiencias incambiables. Así el lenguaje terapéutico debe crear un contexto en donde el cambio es posible y en el cual la persona pueda descubrir en la riqueza de su propia historia, los valores y los propósitos para superar los problemas.
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MÁS ALLÁ DEL FRACASO

                                              Por Mtra. Marta Campillo R.

    Crecer y madurar es un proceso de descubrirse, de reconocer las muchas maneras en que podemos aprender a desarrollar nuestras capacidades, como lo hacemos cuando aprendemos de pequeños a caminar sin la preocupación de la censura de hacerlo bien o mal, simplemente haciéndolo y persistiendo más allá de cada caída, de cada tropezón, simplemente darle la oportunidad a las piernas para llegar a correr.

     Fracasar es parte de aprender y es parte del reconocimiento de lo que no debemos hacer, el cual se requiere para saber el límite de lo adecuado y de lo peligroso. En el proceso de crecer e ir reconociendo lo que somos y lo que podemos lograr no estamos solos, estamos sumergidos en un medio de relaciones afectivas con  familiares o personas cercanas que hacen una red social y es a través de esas interacciones en donde generamos una visión de quienes somos y de lo que el fracaso o el no poder hacer algo significa, no únicamente para nosotros sino también para las personas cercanas.

  ¿En relación a quién o qué somos un fracaso? Vivir en la sociedad actual es un proceso complicado pues vivimos en la era de la medición y de la comparación de aspectos tanto corporales como de las capacidades. Se mide la inteligencia, se mide la altura o que tan alto se es, que tan delgado o gordo se está, que tan a la moda se viste la persona, etc. En una sociedad donde el énfasis está en la competencia y la comparación, uno de los resultados es que aprendamos a medirnos con la regla de la “incapacidad”, esto es, creerle a la comparación en la cual se enfaticen más las deficiencias en lo que no podemos hacer, que el desarrollo de las capacidades que sí se tienen.

      Un ejemplo de como no dejarse atrapar por la incapacidad es el de un campeón de medallas olímpicas, Greg Luganis, quien fue ganador de seis medallas Olímpicas en clavados en el año 1982. Este es un buen modelo pues cuando Greg estaba en la primaria le había diagnosticado dislexia, esto es, no podía leer puesto que  rotaba las letras y esa frustración lo llevo a empeñarse en descubrir lo que sí podía hacer bien y así descubrió que podía nadar y posteriormente el salto del trampolín en clavados y de plataforma. Así en vez de centrarse en la deficiencia en la lectura, su empeño se centró en desarrollar su capacidad para nadar y realizar clavados.

     Algo que muchas veces se tiene que superar de la infancia son los rótulos con los que se acentúa la deficiencia, por ejemplo ser mal geniudo o berrinchudo, hiperactivo, lento o tonto, incapaz, malo etc. La experiencia humana no puede reducirse a la deficiencia, lo problemático es que ésta genera prejuicios y éstos reducen la manera en que las personas nos valoramos y las expectativas se tiñen de fracaso cuando se espera que la persona no pueda o no se exitoso. 

     Afortunadamente la vida contiene múltiples historias y cada quien tiene muchas oportunidades para descubrir capacidades que puede desarrollar, pero es importante no centrarse en el fracaso o en la dificultad para aprender alguna actividad. El camino entonces es aprender de los errores, observar lo que experimentamos al haber realizado alguna actividad en que no nos sentíamos con gusto de hacerla, no nos motiva y pudimos dejarla para buscar otras cosas que sentíamos que nos gustaban más y que las podíamos realizar, enfrentar el “no poder” hacer algo, presenta un reto puesto que si es algo que queramos hacer, hay que tratar de lograrlo y utilizar todos los medios para descubrir el “como” lo podemos aprender. Lo maravilloso del aprendizaje es que aprendemos con todos los sentidos y desarrollamos inteligencias múltiples, por ejemplo la inteligencia  lógica, la kinestésica, la relacional y de acuerdo a estas vamos a tener un modo de aprender, algunas personas desarrollan más alguna inteligencia que otra y el aprendizaje les será más fácil utilizando esa modalidad. 

     Los seres humanos no podemos ser vistos en blanco y negro, en dicotomías como aprender o no aprender, tenemos muchas facetas y algunas de ellas ni las conocemos se desarrollan con el tiempo y teniendo la oportunidad para realizarlas. La frustración de alguna expectativa nos enfrenta con el reto de sobreponernos y con el desafío de desarrollarnos en otra área. Con el tiempo lo que desarrollamos es una habilidad para aprender a aprender y eso nos facilita el desarrollo de otras habilidades nuevas.

      La validación de los que somos no únicamente puede venir de aquellas cosas en las que sobresalimos, en las que somos buenos o exitosos, sino también emanan de aprender a tener paciencia y misericordia con nuestras deficiencias para poder mejorarlas en vez de esconderlas o de percibirnos solo a través de éstas. Lo que somos también tiene que ver con nuestros compromisos de vida  y con las creencias y los valores que como seres humanos tenemos y que se reflejan en nuestras acciones cotidianas, como la perseverancia ante la adversidad y la generosidad en las relaciones con las otras personas más allá del juicio de la incapacidad.



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viernes, 6 de enero de 2012

Feliz Año

Les deseamos un Feliz Año 2012
y los invitamos a el Diplomado en  Supervisión de la Práctica Clínica  comenzamos en Enero 2012
este les servira para obtener su titulación de la Especialidad