La vida es un proceso con un movimiento constante en el que el cambio es una parte inherente de la misma. Cambiamos cuando ni siquiera sentimos o nos damos cuenta que estamos cambiando, así estamos envejeciendo, nos crece el pelo las uñas o las células, cambiamos de metabolismo de acuerdo con la edad y hay múltiples cambios emocionales en cada etapa puesto que día a día enfrentamos y resolvemos problemas y aprendemos a afrontar la vida.
Cambiar es un proceso que implica flexibilidad, que implica descubrimiento, que hace necesario renunciar a muchas cosas que se nos han hecho el camino conocido para descubrir nuevas maneras de ser. Muchas situaciones en la vida nos enfrentan a la necesitad de tener paciencia, de poder soportar dolor, angustia o enfermedad y ante estos retos extremos encontrar la manera de esperar, de ser tolerantes o de no dejar que la desesperación nos haga su presa. Enfrentar esas situaciones hace necesario que cambiemos. Así, las situaciones extremas contienen lecciones que no son visibles o no se nos hacen perceptibles en el momento que tenemos que vivirlas pero mientras las vamos sobreviviendo y vamos conociendo la capacidad de resistencia que podemos tener comenzamos a descubrir conocimientos y habilidades que nos pueden ayudar.
Muchas veces tenemos que cambiar aunque en realidad preferiríamos no hacerlo pero continuar con las alternativas que hemos mantenido puede ser parte de lo que nos estorba. Pensando como hemos afrontado los problemas, que hemos hecho ante la adversidad en el pasado nos abre el camino para ir reconociendo lo que podemos hacer y como necesitamos cambiar.
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